30 de mayo de 2015

Frenética salvajada

Max Max: Furia en la carretera (Mad Max: Fury Road, 2015)

Dirección: George Miller
Guión: Nick Lathouris, Brendan McCarthy, George Miller
Intérpretes: Tom Hardy, Charlize Theron, Nicholas Hoult, Rosie Huntington-Whiteley, Nathan Jones, Zoë Kravitz
Fotografía: John Seale
Música: Junkie XL

En un momento en el que parecía que ya solo existían dos modelos de cine comercial (la pirotecnia superficial y efectista de Michael Bay o la densidad narrativa del más pretencioso Christopher Nolan), George Miller ha dado una patada al tablero de juego totalmente inesperada y revolucionaria. Treinta años después de su anterior entrega, Mad Max: Furia en la carretera reivindica, para disfrute de todos, un modelo de cine de acción auténticamente ochentero donde se respira el polvo, se huele el sudor, la sangre salpica y los coche chocan y explotan de verdad. Parece mentira que un director de más de 70 años sea capaz de firmar una película que, siendo una simple secuela tardía (o reboot, como queráis), resulte más moderna, más atrevida, más frenética, sorprendente y divertida que casi cualquiera producto similar actual firmado por alguno de los nuevos cineastas. Como ya vimos con El lobo de Wall Street de Martin Scorsese, parece que la experiencia es un grado a la hora de dominar el ritmo y el pulso narrativo, y que la osadía y la desvergüenza es una cuestión de espíritu más que de juventud.

Miller no solo ha rodado en escenarios reales sino que ha utilizado los mínimos efectos digitales, potenciando el realismo de cada escena y buscando sacar partido al maquillaje, el diseño de los coches, la apurada fotografía, el vestuario y toda la parafernalia postapocalíptica al servicio de unos personajes originales y muy bien definidos. La cámara nos muestra lo que ocurre en cada momento con planos abiertos, sin movimientos demasiado bruscos, reforzando sus virtudes con un montaje ejemplar que huye del estilo videoclipero tan recurrente y cuya banda sonora es la propia celebración de la desmesura. Es cierto que, por momentos, arriesga demasiado, por ejemplo, con la figura del guitarrista, los flashbacks del protagonista o las secuencias a cámara rápida que rozan el ridículo. Pero, en realidad, toda la saga ha tenido siempre ese aire autoparódico al que, por contexto, se le pueden conceder ciertas licencias.

Sin embargo, lo mejor de la cinta es que aporta muchas novedades a un universo que creíamos ya agotado. En esta ocasión, Max Rockatansky, interpretado por un vigoroso Tom Hardy a la altura del personaje, reparte el protagonismo en una historia mucho más coral y feminista en la que Charlize Theron se erige como nuevo (y quizás definitivo) incono de la franquicia. Por no hablar del diseño de esa sociedad fundamentalista, la secuencia nocturna o la tormenta de arena. Por lo demás, la voz en off del atormentado Max sigue una línea muy cercana al cómic, digamos, de la escuela de Frank Miller, que hará las delicias de los aficionados a la épica nihilista.

Como sus propios vehículos, la película es una carrera que avanza siempre hacia adelante; una inagotable persecución, llena de violencia lúdica e ideas delirantes. Abrumadora para los sentidos, quizás haya quien sea incapaz de entrar en esta especie de western bizarro de extrañas criaturas, tullidos, locos disfrazados, viejas con metralleta, embarazadas y vándalos deformes. Aunque raro sería, puesto que es un filme que arrastra de forma algo inevitable; como un camión al que te subes o te pasa por encima.

Recomendado para amantes de la acción pura de ritmo inagotable.
No recomendado para verosimilistas o mentes cerradas a la ciencia-ficción excesiva. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un peliculon único! Y gran crítica que entra en el top.