13 de marzo de 2015

Una broma bizarra

Tusk (Tusk, 2014)

Dirección y guión: Kevin Smith
Intérpretes: Justin Long, Haley Joel Osment, Genesis Rodriguez, Michael Parks, Ralph Garman, Johnny Depp
Fotografía: James Laxton
Música: Christopher Drake

Tras dar un giro radical a su carrera como cineasta con Red State (2011), interesantísima cinta de terror que reinventaban algunos de los tópicos del género, y amenazar con retirarse posteriormente, Kevin Smith ha filmado, sin lugar a dudas, su propuesta más estrambótica hasta la fecha. El germen de la película surgió durante la grabación de un podcast humorístico en el que el propio Smith comentaba un anuncio real en el que un anciano canadiense ofrecía alojamiento gratuito a cambio de que el inquilino fuera disfrazado de morsa. Absurdamente divertida en su planteamiento, lo cierto es que la perversa idea que se ha desarrollado a partir de esa premisa funciona mejor explicada que llevada a la práctica. La sensación al ver el filme es que nos encontramos ante una broma privada con la que es difícil empatizar, como si nuestro "compañero de juergas" se hubiese tomado una droga de la risa a la que nosotros no tenemos acceso.

Parece que para el director de Persiguiendo a Amy (1997) la diversión ha consistido en el hecho mismo de llevar a cabo una historia tan descabellada que, por desgracia, no tiene suficiente recorrido más allá de los 45 minutos. Por este motivo, Smith ha alargado la trama con flashbacks innecesarios y secundarios de lujo, como un simpático (y no acreditado) Johnny Depp que parece estar celebrando su propia fiesta. Las comparaciones con productos similares como The Human Centipede (2009) son obvias, además de que, el propio subgénero (¿terror quirúrgico?) tiene mucho de autoparódico. Eleva el conjunto, no obstante, un fabuloso Michael Parks que, sin complejo alguno, recita los textos más inverosímiles con una credibilidad pasmosa.

Pero más allá del trabajo de Parks, hay en Tusk pinceladas de verdadero talento. La fina ironía de algunos diálogos, la presentación del mundo de los podcasters (evolución de los fanáticos de los videoclubs noventeros de Clerks) o los chistes sobre las relaciones entre Canadá y los EE.UU. demuestran que, tras el fallido artefacto, Smith sigue en plena forma. Todo creador tiene derecho a experimentar, arriesgarse e, incluso, a permitirse caprichos. En el fondo, Smith sigue dirigiendo con la libertad y la irreverencia que siempre le han caracterizado aunque, esta vez, al resultado cueste verle la gracia.

Recomendado para amantes del cine de terror bizarro y autoparódico.
No recomendado para quienes añoren al Kevin Smith de los 90.

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