16 de enero de 2015

La gran farsa de la notoriedad

Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia (Birdman or The Unexpected Virtue of Ignorance, 2014)

Dirección: Alejandro González Iñárritu
Guión: Alejandro González Iñárritu, Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris, Armando Bo
Intérpretes: Michael Keaton, Emma Stone, Edward Norton, Zach Galifianakis, Naomi Watts, Amy Ryan, Andrea Riseborough, Lindsay Duncan
Fotografía: Emmanuel Lubezki 
Música: Antonio Sánchez
Es habitual que directores que han impactado al público de forma contundente al inicio de su carrera, más adelante, sientan la necesidad de reinventarse de alguna forma. Lo hemos visto, por ejemplo, con Alejandro Amenábar, M. Night Shyamalan o Sam Mendes cuyas primeras películas les condenaron a convertirse, en sus siguientes trabajos, en los peores enemigos de sí mismos. El caso más similar al de Iñárritu, quizás, sea el de Spike Jonze cuya etapa preliminar estuvo absolutamente vinculada al guionista Charlie Kaufman. Tan representativa era esta colaboración que, al separarse, llegó a ponerse en duda que el talento de Jonze en solitario volviera a dar resultados tan buenos. De igual forma, la ruptura entre Iñárritu y Guillermo Arriaga (su escritor fetiche) tras Babel (2006), con el que había rodado, anteriormente, las magníficas Amores perros (2000) y 21 gramos (2004), sembró una incertidumbre que hasta la actual Birdman no se había disipado del todo.

El filme supone la primera incursión en la comedia del director mexicano que, sin embargo, no renuncia a cierta densidad trágica, en esta ocasión, llevada a un terreno más existencial. La mezcla entre esta angustia inherente a los personajes con unos diálogos frescos, ingeniosos y maravillosamente escritos da como resultado una personalísima bomba narrativa, tan profunda como divertida. Además, todos y cada uno de los miembros del reparto hacen un trabajo impecable, portentoso y de una honestidad brutal.

Pero si algo destaca de la cinta es el fascinante y complejo plano secuencia continuado que, con sus trucos y licencias, narra la historia de principio a fin. Este recurso sumerge al espectador completamente en el mundo del protagonista, su camerino, el escenario, los pasillos del teatro; le acompaña al bar, a la azotea, por la calle... para penetrar en lo más íntimo de su voz interior, sus miedos, sus manías, su aspiración y sus complejos. La maquinaria que maneja Iñárritu es tan magistral como extenuante y un verdadero prodigio técnico. Así, pone todos sus medios como realizador al servicio de la historia y transmite a la perfección la ansiedad de Riggan Thomson (Michael Keaton), estrella de cine en horas bajas, conocido por interpretar un superhéroe en la gran pantalla, que pretende obtener el prestigio que nunca tuvo con el estreno de una obra en Broadway.

Los paralelismos con la imagen pública del propio Keaton (así como la del más que convincente Edward Norton) otorgan a la propuesta una ironía y verosimilitud muy útiles a la hora de construir una sátira sobre el mundo del espectáculo ácida, mordaz y necesaria como nunca. Las referencias al estado de la profesión y de la industria, a las adaptaciones de cómics, las redes sociales o a las diferencias entre artista y celebridad son de una valentía y actualidad asombrosas. De esta manera, se consiguen, a un ritmo frenético, momentos inquietantes, enredos muy graciosos y secuencias verdaderamente antológicas como la conversación con su hija sobre la notoriedad, el enfrentamiento con la despiadada crítica del New York Times o la carrera en calzoncillos por Times Square.

Pero, sobre todo, la película es una burla corrosiva de la importancia del reconocimiento en la era de Facebook y Twitter, el papel de los compañeros y los medios de comunicación y, en definitiva, del ego de los actores contemporáneos. No obstante, todavía queda espacio para la acción, los efectos especiales, momentos de drama más puro y hasta de realismo mágico. Y es que, en cierta forma, Birdman lo tiene todo.

Recomendado para interesados en los entresijos del lado más oscuro del show business.
No recomendado para los que asocien comedia a ligereza.

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