9 de junio de 2014

Juerga irregular

Malditos vecinos (Neighbors, 2014)

Dirección: Nicholas Stoller
Guión: Andrew J. Cohen y Brendan O'Brien
Intérpretes: Seth Rogen, Zac Efron, Rose Byrne, Dave Franco, Lisa Kudrow
Fotografía: Brandon Trost
Música: Michael Andrews

Los conflictos entre vecinos han otorgado al mundo del cine moderno numerosos títulos de diversa calidad pero similar tono de entre los que No matarás... al vecino (1989) marcó el cénit del subgénero allá en los ochenta. Poco han cambiado las cosas desde entonces en términos de originalidad y excesos, aunque su factura visual haya sabido sofisticarse (al menos, en este caso). Malditos vecinos es una sencilla gamberrada con un marcado afán de hacer reír por encima de todo, buen ritmo aunque ciertos altibajos de efectividad. Seth Rogen y Rose Byrne interpretan a un matrimonio de treintañeros cuyo recién nacido no les impide seguir teniendo ganas de disfrutar de su juventud. Sin embargo, la llegada al barrio de una juerguista fraternidad les hará asumir su nuevo estatus familiar, incompatible con las inagotables ganas de fiesta de sus nuevos vecinos. 

El filme apuesta casi exclusivamente por el humor sexual, heredado de las también ochenteras comedias de adolescentes como Porky's (1982). En este sentido, logra construir unas cuantas situaciones ingeniosas aunque resueltas de manera algo aislada. La progresión dramática no avanza con la naturalidad esperada, a pesar de haber dado con un gran comienzo, y termina por enlazar una serie de gags más o menos divertidos pero insuficientemente ligados entre ellos. El guión adolece demasiado de esta irregularidad y, quizás por eso, se pone al servicio de la improvisación de los actores (especialmente, de Seth Rogen), logrando algo de frescura extra.

Por su parte, Zac Efron ejerce una vez más su rol de sex symbol juvenil con solvencia y bastante gracia, aunque queda sobrepasado por el carismático Dave Franco que con su inagotable vis cómica le roba gran parte del protagonismo. El caso es que, en general, el peso está bien repartido entre las dos generaciones de vecinos con lo que, por identificación, consigue ampliar algo el público al que potencialmente se dirige; y eso es un mérito. Desgraciadamente, esto mismo comporta un aburrido aroma a reflexión en su tramo final que empaña el saludable salvajismo sin complejos de la mayor parte de su bien ajustado metraje.

Recomendado para jóvenes y adolescentes de cuerpo y/o espíritu.
No recomendado para aguafiestas o detractores de la brocha gorda.

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