15 de marzo de 2014

Melodrama de interés humano

Philomena (Philomena, 2013)

Dirección: Stephen Frears
Guión: Jeff Pope y Steve Coogan
Intérpretes: Judi Dench, Steve Coogan, Sophie Kennedy Clark, Mare Winningham, Barbara Jefford
Fotografía: Robbie Ryan
Música: Alexandre Desplat

Se dice a veces, dejando cierto sabor a lugar común, que en la narración de historias no existen los géneros menores. Según esta manera de verlo, cada película podría, teóricamente, llegar a ser una gran obra dependiendo de cómo se aprovechen los elementos con los que se cuenta. De entrada, Philomena arranca con toda una serie de tópicos propios de lo que sería el clásico melodrama de sobremesa, por lo que no lo tenía demasiado fácil. Sin embargo, la buena mano en la dirección de Stephen Frears consigue darle un empaque visual muy cuidado con lo que se desmarca desde el principio de la posible acusación de encontrarnos ante un telefilme venido a más. El director de la excelente The Queen (2006) no es que se deje el alma con el proyecto, pero tampoco lo dirige con desgana y, así, logra subir el listón a partir de pequeños detalles de planificación y de tratamiento de los personajes.

La otra gran baza de la cinta son, sin duda, la calidad de sus actores. Judi Dench, acostumbrada a interpretar a grandes damas (desde la Reina Victoria hasta M, la jefa de James Bond), construye aquí a una humilde mujer irlandesa que fue obligada a dar a su hijo en adopción cuando era una adolescente. Curiosamente, una vez vista, el papel (basado en un caso real) parece escrito expresamente para ella. Desborda carisma, realidad, ternura, humor y emoción. Se hace querer de inmediato y sus contradicciones son el verdadero espíritu de la película. El contrapunto imprescindible recae sobre Steve Coogan, que interpreta al periodista político que trata de dar un giro a su carrera trabajando en este caso de interés humano. La relación entre ellos y la implicación progresiva del periodista en la búsqueda del hijo de Philomena dan lugar a los mejores momentos.

Desgraciadamente, conociendo la trayectoria de Frears, notamos en esta ocasión defectos a los que no estamos acostumbrados a ver en su cine: la tendencia hacia la vertiente lacrimógena del relato, cierta domesticación en su mirada  y un exceso de respeto por el material con el que se podría haber apostado por ser mucho más duro, más político o más social. Si a eso le sumamos los torpes giros de guión con los que avanza la investigación y la facilidad con la que superan los obstáculos más interesantes, el resultado acaba por ser ligeramente insatisfactorio. No obstante, Judi Dench tiene suficiente fuerza como para arrastrarnos emocionalmente hasta el final, por lo que la mayoría de estos problemas, si uno se deja llevar, terminan por no tener importancia.

Recomendado para ir a ver con vuestras madres.
No recomendado para los que esperen una película con crítica social al estilo Ken Loach.

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