29 de enero de 2014

Obscena diversión

El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013)

Dirección: Martin Scorsese
Guión: Terence Winter; basado en el libro de Jordan Belfort.
Intérpretes: Leonardo DiCarprio, Jonah Hill, Margot Robbie, Matthew McConaughey, Jean Dujardin, Kyle Chandler, Rob Reiner, Jon Favreau.
Fotografía: Rodrigo Prieto
Música: Howard Shore

Igual que en otros tiempos la Gran Depresión o la Segunda Guerra Mundial marcaron a toda una generación de cineastas a la hora de abordar sus historias (o la Guerra Civil para los directores españoles), la crisis económica ha empezado ya a dejar su huella en muchas de las películas actuales como Inside Job (2010), Margin Call (2011) o El capital (2012), entre otras. La gran novedad del último filme de Scorsese es la alegría con la que se pone de parte de los "chicos malos", mostrándonos sin ningún rubor la desfachatez de sus acciones para, en lugar de indignarnos, hacernos disfrutar como nunca. El director de Taxi Driver (1976) rueda con una libertad, una precisión y un ritmo asombrosos las batallitas del broker Jordan Belfort, encarnado por un inconmensurable Leonardo DiCaprio, clarísimo merecedor de un Oscar por este trabajo.

Basado en el libro de memorias del propio protagonista, la cinta es pura diversión. Huye de cualquier mensaje moralista, reflexión crítica o impostura ética para convertir en el mejor humor los excesos, la avaricia, la obscenidad y la total falta de escrúpulos de este grupo de corredores de bolsa que bien podrían ser los mafiosos de Uno de los nuestros (1990) vistos desde un ángulo distinto. El lobo de Wall Street está plagada de impagables secundarios de lujo, desde el roba-escenas Matthew McConaghey, brillante y evocador, hasta la gran revelación que supone Jonah Hill, postulándose para ser el nuevo Joe Pesci.

Por todo esto, lo mejor de la película es el sello inconfundible de Scorsese que ha sabido, con los años, perfeccionar su técnica y estilizar su marca y sus obsesiones; esta vez, además, descubriéndonos sus insólitas dotes para la comedia más adrenalínica (aunque, por momentos, también sofisticada). Las tres horas de metraje avanzan a la velocidad del rayo y, sin renunciar en ningún momento al entretenimiento, nos deja momentos memorables (como el retorno a casa drogado de DiCaprio con el coche desde una milla de distancia) y también unas extrañas ganas de esnifar cocaína.

Sin embargo, entre tanta histeria, no hubiese sobrado hacer algo más de pie en el lado más oscuro de la colección de despropósitos que se nos narran. Los muertos (por sobredosis o suicidio) se pasan demasiado por alto y, por lo demás, no existe cuestionamiento alguno ni de sus comportamientos ni del sistema que lo permite. En cambio, sí que se dedica el plano final a las caras de los asistentes a una charla de Belfort (a modo de espejo del público en las butacas del cine) deseando con ansia poder llegar a ser como él. Este detalle en el desenlace es algo banal y, puestos a juzgar a alguien, ligeramente injustificado. No obstante, no parece que criticar las estructuras económicas neoliberales sea la intención en este caso (otra vez será), por lo que, si se le perdona eso, la diversión está asegurada.

Recomendado para los que sean capaces de reírse con los culpables de todo.
No recomendado para moralistas, recatados éticos o enemigos del neoliberalismo simpático.

19 de enero de 2014

El fracaso según los Coen

A propósito de Llewyn Davis (Inside Llewyn Davis, 2013)

Dirección y guión: Ethan Coen y Joel Coen
Intérpretes: Oscar Isaac, Carey Mulligan, John Goodman, Garrett Hedlun, Justin Timberlake, F. Murray Abraham
Fotografía: Bruno Delbonnel
Música: Varios

Tienen los hermanos Coen la extraña cualidad de crear historias sobre personajes antipáticos, rompiendo unas cuantas leyes no escritas de los guionistas de Hollywood, y conseguir que se ganen con su hostilidad el cariño de los espectadores. A propósito de Llewyn Davis es una muestra más del pesimismo existencial que se respira en cualquier obra de los directores de Fargo (1996). En esta ocasión, el drama versa sobre la miserable vida de Llewyn Davis, un músico de folk con mucho talento que, sin embargo, jamás logra alcanzar el éxito; ni siquiera lo justo como para ganarse la vida. De forma cruel e irónica, pero también realista y muy sensata, presentan esta odisea de un fracaso en la que vemos al peculiar artista dejar escapar, no en pocas ocasiones, la oportunidad de vencer frente a las adversidades.

Lo más interesante del filme es esa inflexibilidad ética del protagonista en cuanto a su carrera, incapaz de adaptarse lo más mínimo a la realidad profesional que le rodea, en contraposición a su apatía moral hacia los sentimientos de las personas de su entorno. Oscar Isaac encarna con sobriedad y una buena colección de matices a este amargo Llewyn Davis del título, interpretando también con guitarra y voz las canciones que mayormente componen la excelente y bien integrada banda sonora. Le acompañan, además, toda una serie de secundarios como Carey Mulligan, John Goodman o Justin Timberlake que resultan toda una delicia.

Aunque, sobre todo, no podemos olvidarnos de ese gato llamado Ulises, otro fantástico secundario, del que, sin saber por qué, nuestro patético antihéroe es de lo único que parece sentirse responsable. Esa sencilla contradicción, entre otras muchas, es lo que engrandece la cinta y a su personaje principal. Y así, con un compendio de anécdotas pequeñas y adornado con una hermosa fotografía en sepia, los Coen definen con acidez y mucha inteligencia la escena musical del folk de principios de los años 60 y, de paso, la vertiente oculta de una parte de la historia de Estados Unidos. No veíamos un enaltecimiento similar de la tragicómica figura del genio perdedor desde las inolvidables Barton Fink (1991) y Un tipo serio (2009). 

Recomendado para pesimistas existenciales que disfruten de serlo.
No recomendado para los que esperen un bello documento sobre los inicios del folk.

14 de enero de 2014

Miserias del Medio Oeste

Agosto (August: Osage County, 2013)

Dirección: John Wells
Guión: Tracy Letts (basándose en su propia obra teatral)
Intérpretes: Meryl Streep, Julia Roberts, Ewan McGregor, Chris Cooper, Abigail Breslin, Benedict Cumberbatch, Juliette Lewis, Margo Martindale, Sam Shepard.
Fotografía: Adriano Goldman
Música: Gustavo Santaolalla

Adaptar al cine una obra de teatro como Agosto, ganadora del Premio Pulitzer en 2008, más que una responsabilidad es un privilegio que, en este caso, se le ha concedido a John Wells. Más conocido como productor de televisión (Urgencias, Shameless...), no sabemos si su escasa experiencia como director cinematográfico le ha llevado a abordar el texto de esta forma modestamente impersonal, dejando a los actores hacer su trabajo, o es que no ha sabido hacerlo de otra manera. En cualquier caso, la falta de implicación formal desde detrás de las cámaras no perjudica la grandiosidad de la historia; el único problema, quizás, es que le impide alcanzar la excelencia; lo cual no es, en realidad, tan grave.

El guión, escrito por el propio Tracy Letts, autor de la obra, ha prescindido de algunas de las tramas más superfluas, especialmente del primer acto, para acortar la duración total y centrarse en lo que de verdad le interesa: las entrañas putrefactas de una familia del Medio Oeste americano. La desaparición del padre (Sam Shepard) es el pretexto dramático por el que los Weston no tienen más remedio que volverse a reunir y el punto de tensión por el que aflorarán todos los conflictos y reproches soterrados por el tiempo.

Turbadora, venenosamente divertida, con momentos emotivos y, en general, llena de desesperanza, el filme es un regalo para los amantes de los buenos diálogos y las grandes interpretaciones. Todos y cada uno de sus intérpretes bordan el rol que les corresponde, colaborando en hacer verosímil la imagen de clan en desgracia que representan. Especialmente, destaca la sobriedad de Ewan McGregor (que sigue mejorando año tras año), la naturalidad de Margo Martindale y el choque entre Julia Roberts (que pocas veces ha estado tan bien) y ese monstruo de la interpretación llamado Meryl Streep. Aunque en una primera impresión pueda parecer excesiva, la actriz ganadora de tres Oscar consigue con una vehemencia consciente que nos cueste imaginar a esa madre enferma y drogadicta interpretada por otra; gran personaje para la eternidad que, además, contiene (a pesar de ese final impostado) el verdadero espíritu de la película.

Recomendado para los que quieran volver a disfrutar de la obra y los que no tuvieron la oportunidad de hacerlo.
No recomendado para los que prefieran mantener cerrado el cajón de los trapos sucios.

13 de enero de 2014

El drama de la rebeldía

15 años y un día (2013)

Dirección: Gracia Querejeta
Guión: Gracia Querejeta y Antonio Santos Mercero
Intérpretes: Tito Valverde, Maribel Verdú, Arón Piper, Belén López, Susi Sánchez.
Fotografía: Juan Carlos Gómez
Música: Pablo Salinas

Partiendo del drama de un adolescente inadaptado, uno de los temas favoritos del cine español junto a la guerra civil, Gracia Querejeta vuelve a demostrar su gran habilidad para sacar partido dignamente de una historia que podría haberse quedado en una burda colección de estereotipos. Huérfano de padre, Jon (Arón Piper) es un chico con aires de incomprendido a punto de cumplir 15 años al que su madre (Maribel Verdú), actriz sin trabajo, envía a convivir con su abuelo ex militar (Tito Valverde) para intentar enderezarlo. Sin embargo, la tendencia del chaval a juntarse con malas compañías, terminará por ocasionar terribles consecuencias.

La propuesta de la directora madrileña tiene el inconveniente de partir de un material con demasiados elementos conocidos. No obstante, el guión es lo bastante eficiente como para no caer en la previsibilidad, la sensiblería o la inverosimilitud. La peripecia de Jon, gamberro pero con buen corazón, avanza con inteligencia por caminos más o menos convencionales, hasta que la película da un interesante giro al thriller, que le otorga una naturaleza muy peculiar.

La pandilla de jóvenes actores, correctos y muy convincentes, curiosamente, resultan al final menos interesantes que los matizados y más complejos personajes adultos. Es por eso que, una vez Tito Valverde toma las riendas del filme, el argumento gana en interés y calidad narrativa. Apoyada sobre diálogos muy cuidados, 15 años y un día es un ejemplo de cómo hacer las cosas bien sin necesidad de romper moldes. Tierna, emocionante, dura por momentos, pero gratamente realista, se acerca a la perfección, dentro de sus limitaciones. Y salvo un flashback explicativo algo mecánico y algunos momentos excesivamente teatrales, su exposición del relato es ejemplar en cuanto a modestia, belleza y honestidad.

Recomendado para amantes del buen cine español, social y realista.
No recomendado para los que el ritmo de la vida les parezca un compás demasiado lento.

5 de enero de 2014

Surrealismo a toneladas

La espuma de los días (L'écume des jours, 2013)

Dirección: Michel Gondry
Guión: Michel Gondry y Luc Bossi
Intérpretes: Audrey Tautou, Romain Duris, Gad Elmaleh, Omar Sy.
Fotografía: Christophe Beaucarne
Música: Étienne Charry

La adaptación de una novela como La espuma de los días, escrita por Boris Vian en 1947, era una gesta cinematográfica solo al alcance de la imaginación de unos pocos artesanos como Terry Gilliam, Jean-Pierre Jeunet o el propio Gondry; finalmente, el único que ha tenido la osadía de llevarla a cabo. Calificada por muchos como adaptación imposible, el director de La ciencia del sueño (2006) ha optado por el máximo respeto y la literalidad, trasladando a imagen prácticamente todo lo que se menciona en el libro. El resultado es un impresionante trabajo de dirección artística basado en la poderosa inventida de Gondry y su habilidad con el stop motion y las manualidades. 

Sin embargo, asistir a tal despliegue de surrealismo, en el que, prácticamente, en cada plano se realizan actos imposibles con absoluta normalidad, deja al espectador fuera de juego la mayor parte del visionado. No hay tiempo para digerir la belleza y el ingenio de cada detalle que se nos muestra. Gondry ha preferido no descartar nada, quizás por un miedo exagerado a traicionar el material. De esta manera, el filme se ahoga en una rebosante colección de ocurrencias, muchas de las cuales acaban pasando desapercibidas por exceso de información.

Entre el espíritu festivo de George Meliès y la melancolía de Spike Jonze, probablemente, ésta sea la película más ambiciosa de Gondry. Y, de hecho, si juzgamos estrictamente la traslación de las palabras a la pantalla, es, sin duda, su mejor trabajo. O, por lo menos, el más arduo. No obstante, la cinta, al proponer una solución visual a cada una de las ideas de Boris Vian, elimina todo espacio para la imaginación del espectador. Todo y con eso, es imposible terminar el visionado y marcharse con las manos vacías. Afortunadamente, algunas de las secuencias llegan a calar muy hondo; sobre todo, en el tramo final, tan oscuro, hermoso y desesperanzado como, a veces, la propia vida.

Recomendado para curiosos y/o amantes de los universos de Vian y Gondry.
No recomendado para mentes racionales con tendencia a la depresión.