29 de septiembre de 2013

Aquelarre de humor y ritmo

Las brujas de Zugarramurdi (2013)

Dirección: Álex de la Iglesia
Guión: Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría
Intérpretes: Hugo Silva, Mario Casas, Jaime Ordóñez, Carmen Maura, Terele Pávez, Carolina Bang, Carlos Areces, Santiago Segura, Secun de la Rosa, Pepón Nieto, Macarena Gómez, Javier Botet, Enrique Villén, María Barranco, Gabriel Delgado, Manuel Tallafé.
Fotografía: Kiko de la Rica
Música: Joan Valent

Tras firmar en solitario el guión de la desbordante Balada triste de trompeta (2010), por primera vez en su carrera sin Jorge Guerricaechevarría, y dirigir con inestable mala baba La chispa de la vida (2011) escrita por Randy Feldman, cabía esperar de este reencuentro con su co-guionista habitual un retorno a la solidez de las historias con las que Álex de la Iglesia nos tenía acostumbrados. Desgraciadamente, Las brujas de Zugarramurdi, que por la cantidad de buenas ideas que contiene podría haber sido una película redonda, se pierde en un desmesurado chorro de energía narrativa incapaz de resolver los cabos sueltos que genera culminando en un epílogo francamente mediocre.

Es una lástima echar a perder de esta manera la jugosísima atmósfera, los constantes buenos diálogos y el espíritu festivo rescatado de El día de la bestia (1995) por no haber dedicado la suficiente atención a los detalles del relato. Lo cierto es que De la Iglesia cada vez filma mejor (la secuencia del aquelarre es una de las más impresionantes que se han visto nunca en el cine español), pero ciertas resoluciones son demasiado torpes para unos guionistas de su categoría y algunas tramas (aunque divertidas) resultan tristemente prescindibles. 

Quizás hubiera funcionado mejor ser algo más pretencioso en cuanto a la profundidad de la historia y detenerse en una intriga algo más elaborada, en lugar de hacer avanzar a los protagonistas a fuerza de que nunca dejen de suceder cosas. Con una mirada algo menos exigente, la cinta es gratamente disfrutable, muy graciosa, no aburre y contiene ocurrencias brillantes como la muerte acribillado a tiros de Bob Esponja, los personajes de Santiago Segura y Carlos Areces o la secuencia de créditos inicial. Además, cuenta, como de costumbre, con un plantel de secundarios maravilloso (inconmensurable Terele Pávez) y con una pareja de protagonistas (Hugo Silva y Mario Casas) cuya química funciona con naturalidad pasmosa. En especial, sorprende la interpretación de Casas que jamás estuvo tan acertado, hilarante y fresco.

Más allá de las comparaciones con Abierto hasta el amanecer (1995) y aunque el director vasco asegura que en realidad se inspiró en Los Goonies (1985), lo cierto es que la película es 100% De la Iglesia y eso ya es un mérito en sí mismo. Solo cabe esperar que, para los próximos proyectos y sin perder fuelle, consiga pulir los defectos que su cine ha ido adquiriendo con los años.

Recomendado para públicos palomiteros que disfruten del exceso.
No recomendado para paladares finos y maniáticos de la perfección narrativa.

24 de septiembre de 2013

La intimidad de la marca España

La gran familia española (2013)

Dirección y guión: Daniel Sánchez Arévalo
Intérpretes: Quim Gutiérrez, Verónica Echegui, Antonio de la Torre, Roberto Álamo, Miquel Fernández, Patrick Criado, Héctor Colomé, Arancha Martí, Sandra Martín, Raúl Arévalo.
Fotografía: Juan Carlos Gómez
Música: Josh Rouse


Habría que encargar un detallado estudio sociológico para dilucidar por qué motivo el fútbol tiene un calado tan profundo en la sociedad española. Y es que no solo es el deporte patrio por antonomasia, también un negocio millonario y un instrumento de distracción perfecto para cuando no apetece mirar de frente la realidad que nos rodea (sea por decisión propia o política). Visto así, resulta curioso que en el cine español haya tan pocas historias enmarcadas en entornos futbolísticos. Dejando a un lado rarezas como Matías, juez de línea (1996), entre los escasos referentes más recientes encontramos la divertida Días de fútbol (2003) que comparte con la última película de Sánchez Arévalo el uso del balompié como excusa para diseccionar la mediocridad emocional del género humano (especialmente, el masculino). Sin embargo, mientras que el filme de David Serrano miraba al cine de Berlanga, La gran familia española pone el ojo en Wes Anderson, Judd Apatow y Alexander Payne.

De esta forma, como ya ocurría en Primos (2011), Sánchez Arévalo encuentra un interesante equilibrio entre la comedia más popular y la ironía con vocación indie; entre la sutileza y la brocha gorda; entre la risa y el drama. Todos estos malabarismos estilísticos logran sostenerse gracias a una excelente dirección de actores que hace brillar las interpretaciones de todos (desde los niños y los adolescentes hasta los más adultos) combinando con destreza guión e improvisación.

La cinta está llena de ideas originales aunque no hace alarde de ellas (como la genial secuencia de la confesión) y juega inteligentemente con los clichés y las expectativas del público ya conocedor de demasiadas bodas de celuloide. Y aunque tiene sus defectos, como esos momentos innecesariamente cercanos al estilo videoclip, también tiene la destreza de caer simpática sin renunciar al dramatismo y ser tierna sin caer en la ñoñez. Y es que el director de AzulOscuroCasiNegro (2006) es, por encima de todo, un cinéfilo que ha sabido absorber lo mejor de todas las épocas: ahí están los homenajes a Siete novias para siete hermanos (1954) y El guateque (1968). 

En definitiva, La gran familia española es un caleidoscopio de personalidades que deja en evidencia la incapacidad del hombre (español o universal) de desprenderse de la etiqueta de perdedor que tanto le pesa. Y es la muestra definitiva del talento de Sánchez Arévalo que con tan solo cuatro películas ha conseguido erigirse como uno de los directores con más personalidad de su generación.

Recomendado para futboleros con conciencia y corazón.
No recomendado para los que busquen en ella solo una burda gamberrada.

21 de septiembre de 2013

Simplificando a Alfred

Hitchcock (Hitchcock, 2012)

Dirección: Sacha Gervasi
Guión: John J. McLaughlin; basado en el libro de Stephen Rebello
Intérpretes: Anthony Hopkins, Hellen Mirren, Scarlett Johansson, James D'Arcy,  Danny Huston, Toni Collette, Jessica Biel.
Fotografía: Jeff Cronenweth
Música: Danny Elfman

Hubo una época que ya solo nuestra madres recuerdan en que las páginas de la prensa rosa contenían únicamente amables reseñas y glamurosas fotografías de las elegantes vidas de las estrellas de Hollywood. En aquel tiempo de esplendor del sueño americano, décadas antes de Sálvame y Gran Hermano, se comentaban los secretos más íntimos de los actores y actrices de la meca del cine con discreción y los detalles más morbosos quedaban sugeridos entre líneas para los más espabilados, sin cruzar nunca los límites de lo considerado decente, pero sin renunciar al gusto del cotilleo.

Algo de ese aroma clásico de anecdotario benévolo encontramos en Hitchcock (la película). Basada en el libro Alfred Hitchcock and the Making of Psycho de Stephen Rebello, centra su historia en el complejo proceso que fue la producción y el rodaje del filme que convirtió al personaje de Norman Bates en referente eterno de la historia del séptimo arte. Sacha Gervasi dirige con buen gusto (quizás demasiado) esta sucesión de curiosidades extraídas de distintas fuentes (más o menos fiables) sin profundizar en ninguna de ellas. De esta manera, pasa de puntillas por los temas más delicados como la relación de Hitch con Anthony Perkins o la supuesta participación de Saul Bass en la secuencia de la ducha. 

Lo más destacable, como suele ocurrir en el género, es el excelente trabajo de sus actores. Anthony Hopkins es literalmente devorado por el maestro del suspense y Scarlett Johansson, aunque resulta un tanto demasiado explosiva para encarnar la belleza clásica de Janet Leigh, termina por convencer. No obstante, la verdadera protagonista de la función es la maravillosa Alma Hitchcock interpretada con sutil brillantez por una genial Hellen Mirren. Su personaje, además, conduce las tramas más reales e interesantes de toda la historia, sacando a la pareja de ciertos momentos que serían más propios de Los Roper que de un biopic serio.

Aceptándolo pues como la colección de cromos coloreados que elige ser, el conjunto es más que disfrutable y tiene, a ratos, mucha gracia, a pesar de su estética de telefilm. Tanto es así que, algunas veces, parece un episodio actualizado de Alfred Hitchcock presenta dado que no hay ninguna diferencia entre la idea que tenemos del orondo director por sus apariciones en aquel programa y su comportamiento en privado cuando está en casa con su mujer. Puede que Gervasi quiera demasiado a Hitchcock y, por ello, ha optado por mostrar solo su faceta más entrañable. No sabemos qué hubiera pasado si, en su lugar, se hubiese ahondado de verdad en la enfermiza relación que tenía con las mujeres según se cuenta en el libro de Donald Spoto.

Recomendado para cinéfilos nostálgicos y devotos del universo Hitchcock.
No recomendado para quienes nunca hayan visto Psicosis.

9 de septiembre de 2013

De monstruos y robots

Pacific Rim (Pacific Rim, 2013)

Dirección y guión: Guillermo Del Toro
Intérpretes: Charlie Hunnam, Idris Elba, Ron Perlman, Charlie Day, Rinko Kikuchi, Burn Gorman, Santiago Segura.
Fotografía: Guillermo Navarro
Música: Ramin Djawadi


Desde el boom de los efectos especiales a finales de los años ochenta, pero sobre todo, tras su expansión gracias a los avances tecnológicos en los noventa y el nuevo siglo, el cine comercial y, en especial, el fenómeno blockbuster, se ha visto empujado a hacer de la espectacularidad técnica su mejor baza. Desgraciadamente, impresionar a un público demasiado acostumbrado al virtuosismo computerizado es cada vez más difícil. Y, en ocasiones, son tantas las energías invertidas en busca de ese deslumbramiento visual que se pierde en calidad narrativa, originalidad y estilo propio.

En estas circunstancias, directores como Guillermo Del Toro resultan un oasis creativo en medio de la común mediocridad pirotécnica de Hollywood. Pacific Rim no es una de las mejores cintas del mexicano, sin embargo, solo el hecho de que haya sido capaz de dotar de alma a semejante producto ya lo hace digno de ser visto. La película no pretende inventar nada nuevo, sino homenajear a dos géneros del cine japonés juntándolos en una sola historia: el kaiju (de monstruos como Godzilla) y el mecha (de robots al estilo Mazinger). Del Toro trata este choque de universos con devoción y aplica una sensibilidad especial al diseño del filme que brilla en los pequeños detalles: desde la sucesión de criaturas gigantescas que atacan la tierra, hasta los excelentes (y divertidos) personajes secundarios que se dedican a animar el cotarro.

No obstante, el metraje es excesivo, lo que provoca que la originalidad del primer tercio (con un prólogo ejemplar que otros hubieran usado como argumento de toda la película) se agote en un in crescendo interminable de peleas que, finalmente, no es otra cosa que repetitivo. En cualquier caso, el buen sabor de boca que nos deja su halo nostálgico no desaparece tras la prolija conclusión. Se agradece que Del Toro haya apostado fuerte, aparentemente, sin dejarse ningún as en la manga. Ojalá no haya secuelas.

Recomendado para el más exigente de los públicos palomiteros.
No recomendado para los que sientan indiferencia frente a la acción desenfrenada.