27 de diciembre de 2013

Dilatar el cuento

El Hobbit: La desolación de Smaug (The Hobbit: The Desolation of Smaug, 2013)

Dirección: Peter Jackson
Guión: Peter Jackson, Philipa Boyens, Fran Walsh y Guillermo del Toro.
Intérpretes: Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, James Nesbitt, Aidan Turner, Ken Stott, Orlando Bloom, Evangeline Lilly, Cate Blanchett, Benedict Cumberbatch, Stephen Fry.
Fotografía: Andrew Lesnie
Música: Howard Shore

Tras la gran rentabilidad económica que supuso la saga de El señor de los anillos, sumada al beneplácito de la crítica y los fans y el reconocimiento de la industria que otorgó 11 premios Óscar a su tercera entrega, parecía inevitable que fuera Peter Jackson (y no otro) quien se encargara de la adaptación cinematográfica de la otra novela de Tokien: El Hobbit. De esta manera, cuando Guillermo del Toro abandonó el proyecto cansado de los retrasos de producción por los problemas económicos de MGM y volvió a las manos de Jackson, el ciclo pareció cerrarse de la manera adecuada. Sin embargo, una vez estrenada la segunda parte de lo que quizás nunca debió ser una nueva trilogía, empieza a parecer que al director neozelandés le ha superado la responsabilidad y, sobre todo, la presión de tener que repetir una jugada maestra con un material que, ya de entrada, la hacía irrepetible.

El Hobbit: La desolación de Smaug es, como fue su predecesora, un relato inflado que sostiene sobre muy pocos elementos el metraje excesivo de lo que parece más una recopilación de escenas descartadas de El señor de los anillos que una nueva historia con entidad propia. Entretenida por momentos, la obsesión mercantil de venderla en formato alargado ha perjudicado el ritmo de una historia que contiene muchos más complementos que una genuina trama central. De los 160 minutos de duración, solamente la pelea contra las arañas, la fuga de la fortaleza élfica y el enfrentamiento final contra el dragón son secuencias de interés narrativamente imprescindibles; el resto es pura paja mainstream, tan vistosa como intrascendente.

Ahora solo queda esperar las sorpresas que nos deparará el episodio final. Y digo sorpresas puesto que, aparentemente, se han gastado ya todos los cartuchos y no sabemos de qué trucos se servirá Jackson para alcanzar el minutaje requerido de la última entrega. Agotado el argumento de El Hobbit y los otros relatos de Tolkien que se han utilizado, probablemente se haya optado por culminar a modo de prólogo que enlace con La comunidad del anillo, dado que, sobre la aventura de Bilbo Baggins y el dragón, ya está prácticamente todo dicho.

Recomendado para adictos al universo Tolkien.
No recomendado para los que ya sintieron empacho con los excesos de El Hobbit: Un viaje inesperado (2012).

18 de diciembre de 2013

Sexo, glamour y lentejuelas

Behind the Candelabra (Behind the Candelabra2013)

Dirección: Steven Soderbergh
Guión: Richard LaGravenese (a partir del libro de Scott Thorson)
Intérpretes: Michael Douglas, Matt Damon, Dan Aykroyd, Debbie Reynolds, Rob Lowe, Scott Bakula.
Fotografía: Steven Soderbergh
Música: Marvin Hamlisch


Ahora que ya hace unos años que se dice que en la televisión es donde se hace el mejor cine (en relación a la alta calidad de muchas series), era un paso lógico e inevitable que las estrellas de Hollywood, de la mano de grandes directores, optaran por los telefilmes como alternativa real a la ficción en pantalla grande. Producida por la HBO, Behind the Candelabra es uno de los casos más recientes que además viene avalado por la proeza de haber sido seleccionada para participar en el Festival de Cannes; certamen en el que Steven Soderbergh ganó la Palma de Oro por Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989).

La película narra el viaje sentimental de Scott Thorson, amante secreto del célebre pianista y exuberante estrella de la televisión conocido como Liberace. Interpretados por unos muy inspirados Matt Damon y Michael Douglas, respectivamente, los personajes encarnan el ostentoso testimonio de las últimas estrellas concebidas al estilo clásico, con la hortera escenificación de sus falsas vidas. Un mundo de plumas, joyas y lentejuelas relatado por Soderbergh con cínismo y cierta crueldad, rozando, a veces, la exageración, pero también con humor y momentos de gran ternura. La evolución del personaje de Matt Damon, en especial, resulta lo más cautivador de la historia: de oportunista cuerpo del deseo a sufrido enamorado con miedo a perderlo todo.

Behind the candelabra es el retrato del fin de una era mucho más ingenua y desenfadada, y el relevo a unos tiempos más oscuros por la irrupción de las drogas, la cirujía estética y el sida, y su consecuente bajada a los infiernos. Junto a la prodigiosa interpretación de sus protagonistas, de la que ni sobra amaneramiento ni le falta audacia, brilla la de unos secundarios de lujo, entre ellos el personaje del agente (Dan Aykroyd) y el de la madre de Liberace (Debbie Reynolds), simplemente deslumbrantes. Son ellos el broche de oro de esta cinta que, precisamente, de oro va sobrada y que demuestra que Soderbergh sigue siendo un director atrevido e interesante del que deseamos no cumpla, por el momento, sus constantes amenazas de retirarse de la industria del cine.

Recomendado para filogays y amantes de los excesos del lujo (y su lado oscuro).
No recomendado para puritanos, homófobos y enemigos del género biopic.

11 de diciembre de 2013

Monstruos para niños

Monstruos University (Monsters University, 2013)

Dirección: Dan Scanlon
Guión: Robert L. Baird, Daniel Gerson y Dan Scanlon (basado en los personajes creados por Pete Docter y Andrew Stanton). 
Intérpretes (voces): Billy Crystal, John Goodman, Steve Buscemi, Joel Murray, Helen Mirren, Alfred Molina.
Música: Randy Newman

Después de tantos años de ofrecernos obras maestras de la animación y guiones de una originalidad y solidez asombrosos, resulta difícil aceptar que Pixar haya hecho una película tan poco arriesgada como Monstruos University. Que la filial de Disney no es infalible es algo que ya empezamos a intuir con Cars (2006) y, algo menos, con Los increíbles (2004). Lo que no imaginábamos es que de un universo tan rico, divertido y enloquecido como el de Monstruos S.A. (2001) pudiera nacer una precuela tan acomodada e infantil como ésta; y más teniendo en cuenta  la complejidad y sofisticación de otras continuaciones como las de Toy Story (1995). 

El argumento de Monstruos University viaja atrás en el tiempo para mostrarnos los años de facultad de los (todavía) carismáticos Mike y Sullivan, homenajeando las comedias universitarias tan populares en el cine americano de los 80. La cinta, en realidad, funciona a la perfección y no se le puede recriminar ni un solo defecto narrativo. Además, es muy graciosa, entretenida y construye una galería de pintorescos personajes secundarios que, probablemente, sean su mejor hallazgo. El problema es que la historia se apoya demasiado en los convencionalismos del género y utiliza los clásicos recursos de manual del buen guionista, por lo que termina por ser demasiado previsible.

Así, el paso atrás en la vida de los personajes provoca también una simplificación de lo que ya teníamos en la película original. No aporta nada que no conociéramos, al contrario, nos muestra algo menos de lo mismo, por lo que la decepción era inevitable. Sin embargo, todo esto no quiere decir que haya que perder la esperanza respecto al futuro de Pixar. Seguro que volverán atreverse con asombrosos experimentos como Wall-e (2008) o Up (2009), aunque, por algún motivo, esta vez, han decidido optar por complacer solo a los más pequeños. 

Recomendado para quienes disfruten de la sola presencia de Mike y Sullivan.
No recomendado para los admiradores más exigentes de Pixar.

8 de diciembre de 2013

Terror metalingüístico

La cabaña en el bosque (The Cabin in the Woods, 2011)

Dirección: Drew Goddard
Guión: Drew Goddard y Joss Whedon
Intérpretes: Kristen Connolly, Chris Hemsworth, Fran Kranz, Richard Jenkins, Bradley Whitford, Anna Hutchison, Jesse Williams, Brian White, Sigourney Weaver.
Fotografía: Peter Deming
Música: David Julyan


Algunos géneros, como el terror o el fantástico, a base de autorreferenciarse compulsivamente, construir sobre clichés auténticas mitologías y generar variantes como el slash o el gore, han terminado anquilosados en terrenos donde cada vez resulta más difícil innovar. En los 90, Wes Craven daba con Scream (1996) una sana y necesaria vuelta de tuerca a los mecanismos instaurados por las películas de miedo y la serie B durante los años 80. El célebre filme escrito por Kevin Williamson, por primera vez, situaba a espectadores y personajes a un mismo nivel convirtiendo los tópicos en guiños humorísticos que jugaban a favor de la historia. Pasados 15 años, La cabaña en el bosque se presenta como esa segunda renovación que empezaba ya a echarse en falta.

A medio camino entre la parodia y el homenaje, la historia parte de un argumento prácticamente idéntico al de Posesión infernal (1981) para, a mitad de metraje, transformarse en una original reflexión cómica sobre las diferentes formas del miedo de la cultura popular más reciente. Ese inesperado giro, con ecos a El show de Truman (1998), no solo demuestra una gran inteligencia, sino también un conocimiento y dominio absolutos de las reglas del juego. 

La elección de los actores es perfecta para esos roles estereotipados (especialmente Chris Hemsworth) que tan graciosos resultan en este contexto. De esta forma, se consigue una mayor complicidad con el público que disfruta tanto en el reconocimiento de todas las alusiones, como de las variantes que se proponen y, por supuesto, del clímax final en el que parece iniciarse una nueva (y definitiva) forma de horror posmoderno.

Dirigida por Drew Goddard (productor de Lost) y producida por Joss Whedon (creador de Buffy la cazavampiros y director de Los vengadores), pasará a ser, desde ya y sin discusión, un nuevo referente del género; esta vez, además, muy difícil de superar.

Recomendado para fanáticos del terror y todas sus variantes. 
No recomendado para los que no acepten (por retorcidas) nuevas reinvenciones del género.

27 de noviembre de 2013

Juegos de guerra

El juego de Ender (Ender's Game, 2013)

Dirección: Gavin Hood
Guión: Gavin Hood; basándose en la novela de Orson Scott Card.
Intérpretes: Harrison Ford, Asa Butterfield, Hailee Steinfeld, Abigail Breslin, Ben Kingsley, Viola Davis.
Fotografía: Donald McAlpine
Música: Steve Jablonsky


La adaptación a la gran pantalla de El juego de Ender (1985) era una deuda que la industria cinematográfica tenía desde hace años con los fanáticos de la ciencia ficción. La novela homónima de Orson Scott Card, ganadora de diversos premios, es todo un referente para el género distópico futurista, por lo que solo era cuestión de tiempo que alguien se atreviera a convertirla en película. Trasladar al celuloide las aventuras del joven Ender no era tarea fácil, y no solo por sus dificultades técnicas: también por su polémico argumento. Se trata de una historia cruel protagonizada principalmente por niños y que no duda en contar a través de sus ojos los horrores de la guerra y el sufrimiento que puede causar una educación basada en la competitividad y la violencia. La ambigüedad de su mensaje y algunas controvertidas declaraciones de su autor no ayudaron precisamente a allanar el terreno al director y guionista Gavin Hood que ha optado, finalmente, por suavizar el relato.

Afortunadamente, el filme no llega a ser una versión infantilizada del material original. Respeta en la medida de lo posible la densidad de los conflictos internos de Ender y gran parte de su brutalidad implícita. Pero también eleva la edad de los protagonistas y elimina algunas de las subtramas más duras como la insana relación de Ender con su hermano. Esto no significa que en conjunto haya perdido interés pero sí parte de su encanto. La aspereza literaria de Scott Card queda diluida entre el virtuosismo visual de los efectos especiales y más de un momento con tendencia al melodrama.

En cuanto a los actores, el tierno e inquietante Asa Butterfield, intérprete infantil de moda gracias a El niño del pijama de rayas (2008) y Hugo (2011), encarna al héroe víctima de su destino con una consistencia sorprendente, capaz de igualarse al siempre correcto Ben Kingsley. En cambio, el otrora carismático Harrison Ford muestra esta vez su faceta más insípida e inexpresiva.

Por suerte, solo con dedicarse a exponer los hechos principales de la epopeya de Ender, por su originalidad y sus sorpresas, el espectáculo estaba garantizado. De ahí que el resultado sea, por un lado, un entretenimiento fascinante pero, por otro, también demasiado superficial para las posibilidades del universo del que partía; algo que sucede en Hollywood cada vez más a menudo.

Recomendado para entusiastas de la novela o, mejor dicho, para sus hijos y sobrinos.
No recomendado para los fanáticos del carisma de Han Solo y la complejidad de Blade Runner (1982).

26 de noviembre de 2013

Costumbrismo mafioso

Malavita (The Family, 2013)

Dirección: Luc Besson
Guión: Luc Besson y Michael Caleo 
Intérpretes: Robert De Niro, Michelle Pfeiffer, Tommy Lee Jones, Dianna Agron, John D'Leo.
Fotografía: Thierry Arbogast
Música: Evgueni Galperine y Sacha Galperine


Todas las películas de mafiosos de las últimas décadas descienden (lo reconozcan o no) de El Padrino (1972). Aunque el género, de alguna forma, ya existía, Coppola lo revolucionó, apoyado sobre un guión de hierro, y lo sacó para siempre de la serie B. Con los años, vinieron muchas variantes de grandes directores como Scorsese, Brian De Palma o Tarantino, cada uno dotando de personalidad propia a esas "familias" cuyos problemas cada vez nos resultaban más reconocibles. Más tarde, con Una terapia peligrosa (1999), Harold Ramis abrió la puerta de la comedia pura que encajó maravillosamente con los clichés de la mafia y dio a Robert De Niro la oportunidad de entrar en un registro autoparódico del que parece todavía no haber salido. Pero fue con la serie de televisión Los Soprano (1999-2007) donde se alcanzó el cenit de la sofisticación, conjugando brillantemente todos esos elementos (buenos guiones, intriga, humor...), añadiendo un costumbrismo inédito hasta entonces y, por el momento, nunca superado, ni siquiera igualado.

Malavita es un producto comercial notablemente divertido pero sin ningún tipo de originalidad ni riesgo. Frente a todos los referentes antes mencionados, la comedia de Luc Besson vuela bastante bajo y, por su falta de ambición, probablemente sea injusto hacer cualquier comparación. Sin embargo, contiene demasiados elementos conocidos como para evitar enfrentarla a sus predecesoras. De entrada, los protagonistas, aunque funcionan juntos perfectamente, no hacen más que interpretar roles repetidos de anteriores películas. Tanto De Niro como Tommy Lee Jones ejecutan sus papeles de siempre con un acomodamiento algo molesto, mientras que Michelle Pfeiffer parece extraída directamente de Casada con todos (1988); aunque también es cierto que su participación es la más cómica, fresca y agradecida de las tres.

El punto más novedoso de la propuesta es la ubicación de la trama: un pueblo de Normandía. Como si fuera una reinvención de Bienvenidos al norte (2008), el choque cultural de americanos mafiosos contra aldeanos franceses genera los momentos de mayor comicidad. Y, aunque la historia tiene un buen ritmo y unas cuantas buenas ideas, el resultado final sabe a poco. Ni siquiera el gag que menciona explícitamente a Scorsese (productor en última instancia), logra sacar al filme del estancamiento formal y los esterotipos narrativos en los que se encuentra inmerso de principio a fin.

Recomendado para fanáticos de Robert De Niro y/o Michelle Pfeiffer.
No recomendado para los que esperen un producto a la altura de Los Soprano.

17 de noviembre de 2013

Mujer en quiebra

Blue Jasmine (Blue Jasmine, 2013)

Dirección y guión: Woody Allen
Intérpretes: Cate Blanchett, Alec Baldwin, Bobby Cannavale, Peter Sarsgaard, Michael Stuhlbarg, Louis C.K., Sally Hawkins, Max Casella, Andrew Dice Clay.
Fotografía: Javier Aguirresarobe
Música: Varios

La obsesión por rodar una película al año sumada a ciertos problemas para encontrar financiación ha provocado un notable declive creativo en la filmografía más reciente de Woody Allen. Nadie hubiera imaginado hace unas décadas que el genio de Manhattan acabaría firmando guiones tan mediocres (y por encargo) como los de Vicky Cristina Barcelona (2008) o A Roma con amor (2012). Sin embargo, su tenacidad permite que, de vez en cuando, nos siga regalando pequeñas joyas -como la que hoy nos ocupa- que mantienen viva la ilusión de sus seguidores; seguramente, nos encontramos ante su mejor filme desde Match Point (2005).

De entrada, resulta admirable que un director de gustos tan clásicos y a estas alturas de su carrera sea capaz de construir una historia tan corrosivamente actual. Con más de un eco al teatro de Tennessee Williams, Blue Jasmine es una cruel radiografía de la clase alta neoyorquina que Allen tan bien conoce, neurotizada, extremadamente superficial y más preocupada por guardar las apariencias que por superar cualquier circunstancia adversa. Magistralmente escrita, trata, en esencia, de la total incapacidad de ciertas personas para reinventarse, de la aversión al cambio; y, con esta excusa, plantea una metáfora perfecta que evidencia una de las claves (y consecuencias) de la situación económica mundial.

Pero, más allá de todo análisis, la cinta es el maravilloso retrato de una mujer en bancarrota, desquiciada, tratando de aferrarse a un tipo de vida que ya no puede permitirse. Un perfil de personaje entrañablemente perturbado y depresivo, capaz de arrastrarnos por las situaciones más cómicas (arquetipo del pez fuera del agua) hasta las más escalofriantes secuencias dramáticas. Todo ello, más un millón de matices, descansa sobre la portentosa capacidad interpretativa de Cate Blanchett, dueña y señora absoluta de la función. Su trabajo, merecedor de todos los premios que le vengan, da sentido al conjunto hasta hacernos sentir que, sin ella, nada hubiera sido lo mismo.

Así, Woody Allen, cuando (casi) nadie lo esperaba, vuelve a dejarnos una obra maestra para la posteridad. Una de esas películas que entran bien adentro y no hay manera de sacarlas. Y aunque a primera vista el final pueda parecer algo insulso, si se piensa bien, en seguida se ve que es exactamente el desenlace que más se ajusta al viaje emocional de la protagonista: como decíamos, una mujer incapaz de reinventarse. 

Recomendado para allenófilos decepcionados (especialmente), pero también para los que nunca perdieron la esperanza.
No recomendado para los que se puedan identificar demasiado con el personaje de Jasmine. Les dolerá.

14 de noviembre de 2013

Laberintos psicológicos

Prisioneros (Prisioners, 2013)

Dirección: Denis Villeneuve
Guión: Aaron Guzikowski
Intérpretes: Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Viola Davis, Maria Bello, Terrence Howard, Melissa Leo, Paul Dano.
Fotografía: Roger Deakins
Música: Johann Johannsson

Abordar un hecho tan dramático como la desaparición de un hijo no es tarea fácil y, tal como se hacen las cosas en el Hollywood de hoy en día, lo más habitual es que se acabe cayendo en el melodrama y el sentimentalismo, evitando la parte más dura del relato. Lo mejor de Prisioneros es que no le tiene miedo a nada. Su director, Denis Villeneuve, que ya había demostrado su valentía artística con Incendies (2010), la adaptación cinematográfica de la obra de teatro de Wadji Mouawad, vuelve a señalar aquí los rincones más oscuros del alma humana. 

Angustiosa, claustrofóbica y, por momentos, desesperante, combina la elegancia visual con la crudeza de sus situaciones de forma casi sádica, consiguiendo así atraparnos enfermizamente en la historia y remover ciertas esferas de nuestra conciencia que preferiríamos no haber despertado nunca. Conceptos como el de la fe, la justicia o la ética son devastados por un guión sólido y tan lleno de matices que conseguirá agobiar hasta al más frío de los espectadores.

Mención aparte merece el trabajo de los actores: inconmensurable Hugh Jackman en el papel de ese padre dispuesto a todo por recuperar a su hija; y el no menos exquisito Jake Gyllenhaal cuyos tics nunca le habían ayudado tanto. Además, cuenta con unos secundarios de lujo tales como Melissa Leo (finalmente, el personaje más implacable) y Paul Dano en el papel del sospechoso de pederastia más entrañable que jamás se haya visto en el cine. 

Esencialmente dramática, bien podría ser una película de David Fincher, aunque se acerca más al pesimismo social de Zodiac (2007) que al efectismo de Seven (1995). Pero, sin duda, lo que hace brillar a Prisioneros definitivamente es el sabio manejo de la información, la dosificación del suspense y la inteligencia de resolver la investigación mientras que se dejan abiertos todos los dilemas morales. Sin todo eso y el bueno pulso de Villeneuve, nunca hubiese sido lo mismo.

Recomendado para los que añoren los auténticos thrillers con drama y contenido.
No recomendado para aprensivos e impacientes.

29 de octubre de 2013

Perdidos en el espacio

Gravity (Gravity, 2013)

Dirección: Alfonso Cuarón
Guión: Alfonso Cuarón y Jonás Cuarón
Intérpretes: Sandra Bullock, George Clooney.
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Música: Steven Price


El interés de los directores por el tema del hombre enfrentado a la negra inmensidad del espacio se remonta a los propios inicios del cine. Desde aquel Viaje a la luna (1902) de George Méliès hasta la actualidad, muchos han sido los que han elegido enmarcar sus historias en la turbadora quietud del universo. A veces, puro divertimento (véase sagas como Star Wars o Star Trek), otras como ejercicio de reflexión metafísica, por ejemplo, Moon (2009), la cuestión es que, entre los avances tecnológicos y la portentosa imaginación de algunos cineastas, parece que el género todavía admite innovación y gratas sorpresas.

Gravity parte de una premisa universal, como es la lucha por sobrevivir frente a circunstancias adversas, y la sitúa en un entorno totalmente nuevo para el espectador (al menos en los términos planteados). Visualmente apabullante, bellísima y espectacular, la película es un verdadero viaje emocional en el que pocas veces hemos estado tan cerca de sentir lo mismo que, en este caso, la protagonista siente: una Sandra Bullock, por cierto, excelente, prejuicios aparte. Alfonso Cuarón, que ya había demostrado su magistral uso de la cámara en Hijos de los hombres (2006), ha hecho desaparecer cualquier limitación técnica para combinar a su gusto los planos secuencia con los cortes, la subjetividad con la visión periférica, o la sensación de ingravidez, con la de asfixia, miedo o aislamiento.

El guión es verdaderamente efectivo en cuanto a su simplicidad: marcando a cada paso los objetivos (y superobjetivos) de nuestra heroína y los obstáculos que debe superar para salvarse. Sorprende, no renuncia a los giros argumentales (hasta el final no sabemos si logrará o no sobrevivir), contiene los clásicos momentos de triunfo y crisis, y trata de dimensionalizar al máximo los personajes en la medida en que el relato lo permite.

Claustrofóbica y angustiante como Alien, el octavo pasajero (1979), juega sabiamente con la música y el silencio. Además, está realizada con una inusual verosimilitud, cuidando hasta el más mínimo detalle: desde las pequeñas piezas flotantes de la nave accidentada o la luz, hasta el exquisito uso del sonido en los golpes y explosiones (inquietatemente sordo, puesto que no hay sonido en el espacio).

De esta manera, Cuarón supera con creces el reto en todos los aspectos y desborda creativamente las restricciones del punto de partida. De acuerdo que no contiene el trasfondo filosófico de otras cintas de ciencia ficción como 2001: Una odisea del espacio (1969), pero -permitamos el tópico- es cine en estado puro, algo cada vez más difícil de encontrar. Con su inmejorable factura y su arrolladora fuerza narrativa, francamente, no necesita nada más.

Recomendado para quienes hayan perdido la fe en los efectos especiales al servicio del buen cine.
No recomendado para espectadores demasiado empáticos (podría superarles tanta tensión).

15 de octubre de 2013

El triste y tórrido verano

El chico del periódico (The Paperboy, 2012)

Dirección: Lee Daniels
Guión: Lee Daniels y Peter Dexter
Intérpretes: Matthew McConaughey, Zac Efron, John Cusack, Nicole Kidman, Scott Glenn, David Oyelowo, Macy Gray.
Fotografía: Roberto Schaefer
Música: Mario Grigorov


Aunque quizás todavía es pronto para hacer una valoración del cine de Lee Daniels, podríamos aventurar, por lo que nos ha ofrecido hasta ahora y basándonos principalmente en El chico del periódico, que estamos ante un director básicamente estético. Nunca sabremos lo que habría sido esta película en manos de Pedro Almódovar, aunque podemos intuir por qué le interesó al manchego durante un tiempo que fuera su debut americano. El alto contenido sexual, las dosis de violencia, una trama policial y algún momento provocador (como el de Nicole Kidman orinando sobre Zac Efron en la playa) son algunos de los ingredientes de este extraño cóctel basado en la novela de Peter Dexter. 

Por algún motivo, según avanza la película, da la sensación de que a Daniels no le importa demasiado el relato que está contando. Las tramas se entremezclan de una manera algo aislada, mientras que el director de Precious (2009) se detiene en la ambientación, los pequeños detalles de sus actores y, sobre todo, en recrear la asfixiante atmósfera de la Florida de los años 60. Todo esto hace que el filme encarne perfectamente la época y además transmita la lascivia y el malestar que transpiran los personajes. No obstante, tan rico visualmente es el producto como también pobre en su narración. La mirada del espectador se pierde entre el drama y la intriga, alternativamente, con la incertidumbre de no saber por dónde se va a decantar todo el conjunto, mientras Daniels se recrea en el cuerpo de Zac Efron al que toma por momentos como un fetiche obsesivo.

El sudor, la represión y el aroma trágico al más estilo Tennessee Williams hacen que no se pierda del todo el interés. Además, a parte de Efron postulándose como el nuevo Leonardo DiCaprio (ya veremos si lo consigue), tenemos a una más que atrevida Nicole Kidman dándolo todo por la película y un impecable Matthew McConaughey (cuyo talento cada vez sorprende menos) que elevan la calidad de la apuesta para hacer de su visionado una experiencia nada desdeñable.

Recomendado para degustadores de mezclas exóticas y fans del cuerpo de Zac Efron.
No recomendado si se busca contundencia expositiva.

8 de octubre de 2013

El ocaso de Shyamalan

After Earth (After Earth, 2013)

Dirección: M. Night Shyamalan
Guión: Gary Whitta, M. Night Shyamalan y Will Smith
Intérpretes: Will Smith, Jaden Smith, Isabelle Fuhrman, Zoë Kravitz, Sophie Okonedo.
Fotografía: Peter Suschitzky
Música: James Newton Howard


Tras el rotundo éxito de crítica y público que supuso su salto a la popularidad con El sexto sentido (1999), nadie podía prever que llegaría un día en que el otrora admirado M. Night Shyamalan terminaría convirtiéndose en veneno para la taquilla. Desde aquella fabulosa historia de fantasmas de aroma clásico e intensidad visionaria, han pasado ya siete películas, de las cuales solamente Señales (2002) o El bosque (2004) fueron algo más que una buena idea poco aprovechada o una atmósfera tan lograda como vacía de contenido. Antes de tocar fondo (tanto cualitativa como comercialmente) con Airbender: el último guerrero (2010), todavía quedaban ciertas esperanzas de resurrección. Pero, visto lo visto, todo apunta a que, a partir de ahora, va a tener que dedicarse a dirigir encargos o refugiarse en la televisión.

Es posible que con After Earth haya dejado pasar la última oportunidad de firmar un éxito cinematográfico. Basada en una idea original de Will Smith (reclamo hasta ahora infalible) para lucimiento expreso de su hijo Jaden, la historia cuenta el periplo de un joven que, para salvar a su padre tras un accidente espacial, tiene que atravesar una jungla llena de peligros. El escenario representa una Tierra del futuro, llena de extrañas criaturas y despoblada de seres humanos. Con este argumento bastante convencional, solo quedaba esperar que la cinta fuese lo bastante emocionante como para perdonarle al director de origen indio la fuerte carga moralista del relato, su previsibilidad y su conservadurismo. Desgraciadamente, solo cuenta con dos momentos verdaderamente entretenidos. El resto de metraje se detiene en secuencias paisajísticas tan hermosas como anodinas y en la mirada de absoluto desconcierto de Jaden Smith que, francamente, parece no haber nacido para esto.

Así que, a parte de ciertos recursos narrativos y algún plano que evoca la mano del que un día fue considerado "autor", el filme no tiene ni ritmo ni interés y, por si fuera poco, ofrece el papel más insípido y antipático de la carrera completa de Will Smith.

Recomendado para los que gusten del diseño de una planeta Tierra post-humanista.
No recomendado para los que esperen el retorno del mejor Shyamalan.

4 de octubre de 2013

Los límites del laberinto

Trance (Trance, 2013)

Direccion: Danny Boyle
Guión: Joe Ahearne y John Hodge
Intérpretes: James McAvoy, Vincent Cassel, Rosario Dawson, Matt Cross, Tuppence Middleton, Danny Sapani.
Fotografía: Anthony Dod Mantle
Música: Rick Smith
Las distintas incursiones del cine en la complejidad de la mente han dado desde siempre la oportunidad a numerosos directores de explorar sugestivos universos visuales sobre el miedo, la muerte y el deseo del ser humano. El psicoanálisis (tan antiguo como el séptimo arte) ha ayudado a inspirar estas historias otorgándoles la dualidad consciente/inconsciente que tan útil ha resultado en cuanto al manejo de la información en el thriller. Danny Boyle ha sido el último en subirse al carro del noir pseudofreudiano que en los últimos años ha puesto de moda Christopher Nolan con Memento (2000) y, sobre todo, con la hegemónica Origen (2010). La particular aportación de Boyle es muy digna, aunque con un resultado poco novedoso para un género tan manido.

A diferencia de Hitchcock en Recuerda (1945), que contaba con los diseños oníricos de Salvador Dalí, Boyle ha preferido desnudar la película de cualquier eco surrealista, apostando todas sus cartas a un realismo instintivo y sexual más cerca de Cronenberg que de las maquetas de Michel Gondry. Así, su único trazo pictórico está en el cuadro de Goya que sirve de excusa para el desarrollo de toda la trama y que, en ciertos momentos, incluso dejará de tener importancia. 

Como sucede a veces, los giros de guión que buscan sorprender al espectador y, así, mantener su atención, generan desconcierto, especialmente cuando empujan el tono del filme hacia el melodrama. Sin embargo, dos grandes pilares sostienen el armazón de tan particular laberinto narrativo: primero, el enigmático pulso de Boyle que transmite una energía única a todo lo que toca; y, segundo, la sugestiva participación de una Rosario Dawson más misteriosa y deseable que nunca. Su sola presencia inunda la atmósfera de la carnalidad necesaria para dar sentido a todo el conjunto. Desgraciadamente, sus compañeros de reparto cuentan con personajes mucho menos definidos (a penas sabemos nada de ellos más allá de sus acciones), lo que empobrece enormemente el relato que, además, no se endereza hasta su tramo final (sin duda, la mejor parte) en el que se cierran todos los cabos sueltos salvando la cinta en el último minuto.

Recomendado para espectadores más instintivos que conscientes.
No recomendado si eres más de Transpotting (1996) que de Origen.

29 de septiembre de 2013

Aquelarre de humor y ritmo

Las brujas de Zugarramurdi (2013)

Dirección: Álex de la Iglesia
Guión: Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría
Intérpretes: Hugo Silva, Mario Casas, Jaime Ordóñez, Carmen Maura, Terele Pávez, Carolina Bang, Carlos Areces, Santiago Segura, Secun de la Rosa, Pepón Nieto, Macarena Gómez, Javier Botet, Enrique Villén, María Barranco, Gabriel Delgado, Manuel Tallafé.
Fotografía: Kiko de la Rica
Música: Joan Valent

Tras firmar en solitario el guión de la desbordante Balada triste de trompeta (2010), por primera vez en su carrera sin Jorge Guerricaechevarría, y dirigir con inestable mala baba La chispa de la vida (2011) escrita por Randy Feldman, cabía esperar de este reencuentro con su co-guionista habitual un retorno a la solidez de las historias con las que Álex de la Iglesia nos tenía acostumbrados. Desgraciadamente, Las brujas de Zugarramurdi, que por la cantidad de buenas ideas que contiene podría haber sido una película redonda, se pierde en un desmesurado chorro de energía narrativa incapaz de resolver los cabos sueltos que genera culminando en un epílogo francamente mediocre.

Es una lástima echar a perder de esta manera la jugosísima atmósfera, los constantes buenos diálogos y el espíritu festivo rescatado de El día de la bestia (1995) por no haber dedicado la suficiente atención a los detalles del relato. Lo cierto es que De la Iglesia cada vez filma mejor (la secuencia del aquelarre es una de las más impresionantes que se han visto nunca en el cine español), pero ciertas resoluciones son demasiado torpes para unos guionistas de su categoría y algunas tramas (aunque divertidas) resultan tristemente prescindibles. 

Quizás hubiera funcionado mejor ser algo más pretencioso en cuanto a la profundidad de la historia y detenerse en una intriga algo más elaborada, en lugar de hacer avanzar a los protagonistas a fuerza de que nunca dejen de suceder cosas. Con una mirada algo menos exigente, la cinta es gratamente disfrutable, muy graciosa, no aburre y contiene ocurrencias brillantes como la muerte acribillado a tiros de Bob Esponja, los personajes de Santiago Segura y Carlos Areces o la secuencia de créditos inicial. Además, cuenta, como de costumbre, con un plantel de secundarios maravilloso (inconmensurable Terele Pávez) y con una pareja de protagonistas (Hugo Silva y Mario Casas) cuya química funciona con naturalidad pasmosa. En especial, sorprende la interpretación de Casas que jamás estuvo tan acertado, hilarante y fresco.

Más allá de las comparaciones con Abierto hasta el amanecer (1995) y aunque el director vasco asegura que en realidad se inspiró en Los Goonies (1985), lo cierto es que la película es 100% De la Iglesia y eso ya es un mérito en sí mismo. Solo cabe esperar que, para los próximos proyectos y sin perder fuelle, consiga pulir los defectos que su cine ha ido adquiriendo con los años.

Recomendado para públicos palomiteros que disfruten del exceso.
No recomendado para paladares finos y maniáticos de la perfección narrativa.

24 de septiembre de 2013

La intimidad de la marca España

La gran familia española (2013)

Dirección y guión: Daniel Sánchez Arévalo
Intérpretes: Quim Gutiérrez, Verónica Echegui, Antonio de la Torre, Roberto Álamo, Miquel Fernández, Patrick Criado, Héctor Colomé, Arancha Martí, Sandra Martín, Raúl Arévalo.
Fotografía: Juan Carlos Gómez
Música: Josh Rouse


Habría que encargar un detallado estudio sociológico para dilucidar por qué motivo el fútbol tiene un calado tan profundo en la sociedad española. Y es que no solo es el deporte patrio por antonomasia, también un negocio millonario y un instrumento de distracción perfecto para cuando no apetece mirar de frente la realidad que nos rodea (sea por decisión propia o política). Visto así, resulta curioso que en el cine español haya tan pocas historias enmarcadas en entornos futbolísticos. Dejando a un lado rarezas como Matías, juez de línea (1996), entre los escasos referentes más recientes encontramos la divertida Días de fútbol (2003) que comparte con la última película de Sánchez Arévalo el uso del balompié como excusa para diseccionar la mediocridad emocional del género humano (especialmente, el masculino). Sin embargo, mientras que el filme de David Serrano miraba al cine de Berlanga, La gran familia española pone el ojo en Wes Anderson, Judd Apatow y Alexander Payne.

De esta forma, como ya ocurría en Primos (2011), Sánchez Arévalo encuentra un interesante equilibrio entre la comedia más popular y la ironía con vocación indie; entre la sutileza y la brocha gorda; entre la risa y el drama. Todos estos malabarismos estilísticos logran sostenerse gracias a una excelente dirección de actores que hace brillar las interpretaciones de todos (desde los niños y los adolescentes hasta los más adultos) combinando con destreza guión e improvisación.

La cinta está llena de ideas originales aunque no hace alarde de ellas (como la genial secuencia de la confesión) y juega inteligentemente con los clichés y las expectativas del público ya conocedor de demasiadas bodas de celuloide. Y aunque tiene sus defectos, como esos momentos innecesariamente cercanos al estilo videoclip, también tiene la destreza de caer simpática sin renunciar al dramatismo y ser tierna sin caer en la ñoñez. Y es que el director de AzulOscuroCasiNegro (2006) es, por encima de todo, un cinéfilo que ha sabido absorber lo mejor de todas las épocas: ahí están los homenajes a Siete novias para siete hermanos (1954) y El guateque (1968). 

En definitiva, La gran familia española es un caleidoscopio de personalidades que deja en evidencia la incapacidad del hombre (español o universal) de desprenderse de la etiqueta de perdedor que tanto le pesa. Y es la muestra definitiva del talento de Sánchez Arévalo que con tan solo cuatro películas ha conseguido erigirse como uno de los directores con más personalidad de su generación.

Recomendado para futboleros con conciencia y corazón.
No recomendado para los que busquen en ella solo una burda gamberrada.

21 de septiembre de 2013

Simplificando a Alfred

Hitchcock (Hitchcock, 2012)

Dirección: Sacha Gervasi
Guión: John J. McLaughlin; basado en el libro de Stephen Rebello
Intérpretes: Anthony Hopkins, Hellen Mirren, Scarlett Johansson, James D'Arcy,  Danny Huston, Toni Collette, Jessica Biel.
Fotografía: Jeff Cronenweth
Música: Danny Elfman

Hubo una época que ya solo nuestra madres recuerdan en que las páginas de la prensa rosa contenían únicamente amables reseñas y glamurosas fotografías de las elegantes vidas de las estrellas de Hollywood. En aquel tiempo de esplendor del sueño americano, décadas antes de Sálvame y Gran Hermano, se comentaban los secretos más íntimos de los actores y actrices de la meca del cine con discreción y los detalles más morbosos quedaban sugeridos entre líneas para los más espabilados, sin cruzar nunca los límites de lo considerado decente, pero sin renunciar al gusto del cotilleo.

Algo de ese aroma clásico de anecdotario benévolo encontramos en Hitchcock (la película). Basada en el libro Alfred Hitchcock and the Making of Psycho de Stephen Rebello, centra su historia en el complejo proceso que fue la producción y el rodaje del filme que convirtió al personaje de Norman Bates en referente eterno de la historia del séptimo arte. Sacha Gervasi dirige con buen gusto (quizás demasiado) esta sucesión de curiosidades extraídas de distintas fuentes (más o menos fiables) sin profundizar en ninguna de ellas. De esta manera, pasa de puntillas por los temas más delicados como la relación de Hitch con Anthony Perkins o la supuesta participación de Saul Bass en la secuencia de la ducha. 

Lo más destacable, como suele ocurrir en el género, es el excelente trabajo de sus actores. Anthony Hopkins es literalmente devorado por el maestro del suspense y Scarlett Johansson, aunque resulta un tanto demasiado explosiva para encarnar la belleza clásica de Janet Leigh, termina por convencer. No obstante, la verdadera protagonista de la función es la maravillosa Alma Hitchcock interpretada con sutil brillantez por una genial Hellen Mirren. Su personaje, además, conduce las tramas más reales e interesantes de toda la historia, sacando a la pareja de ciertos momentos que serían más propios de Los Roper que de un biopic serio.

Aceptándolo pues como la colección de cromos coloreados que elige ser, el conjunto es más que disfrutable y tiene, a ratos, mucha gracia, a pesar de su estética de telefilm. Tanto es así que, algunas veces, parece un episodio actualizado de Alfred Hitchcock presenta dado que no hay ninguna diferencia entre la idea que tenemos del orondo director por sus apariciones en aquel programa y su comportamiento en privado cuando está en casa con su mujer. Puede que Gervasi quiera demasiado a Hitchcock y, por ello, ha optado por mostrar solo su faceta más entrañable. No sabemos qué hubiera pasado si, en su lugar, se hubiese ahondado de verdad en la enfermiza relación que tenía con las mujeres según se cuenta en el libro de Donald Spoto.

Recomendado para cinéfilos nostálgicos y devotos del universo Hitchcock.
No recomendado para quienes nunca hayan visto Psicosis.